Vuelta por el Cañón del Río Lobos: de Ucero al Puente de los Siete Ojos por los senderos de Valderrueda y del Boquerón 17-12-2023

Vuelta por el Cañón del Río Lobos: de Ucero al Puente de los Siete Ojos por los senderos de Valderrueda y del Boquerón 17-12-2023

DATOS DE LA RUTA


HORA DE SALIDA: 09:05
HORA DE LLEGADA: 14:47
TIEMPO DE PEDALEO: 04:02
TIEMPO TOTAL EMPLEADO: 05:42
DISTANCIA RECORRIDA: 46.8 Kms.
TEMPERATURA MEDIA: 2.0 ºC ( mín.: -7.0 ºC máx.: 12.0 ºC ).
SENTIDO DE REALIZACIÓN: habitual

OBSERVACIONES: Mucho frío y mucha agua, lo que hizo que el grupo se dividiera en dos: Emilio, Ibarrola, Javi Iglesias y Hojadelata siguieron el track previsto mojándose los pies al cruzar el río, el resto evitó este tramo yendo por la carretera para subir el puerto de la Galiana. Al final del sendero de Valderrueda, el grupo se volvió a juntar para ir juntos hasta casi el final de la ruta, donde algunos volvieron a bajar Valderrueda y otros se fueron por la carretera. Pinchazo de Javi Iglesias que se solucionó hinchando y caída tonta de él mismo, estando casi parado, pero sin consecuencias. Como caso excepcional, la crónica la ha escrito Roberto porque no conocía bien nuestras normas y se ha querido premiar el esfuerzo al escribirla, aunque le tocaba a Nicolás que la tendrá que hacer la próxima ruta.

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ASISTENTES: (9)

 

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Carlos Moreno
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Emilio
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Ignacio Ibarrola
caidapinchazo
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Javi Iglesias
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Javi Ignacio
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Juan Pablo
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Nico Hojadelata
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Roberto Perdido
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Víctor

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pinchazos en la ruta: (1)

averías en la ruta: (0)

 En la oscuridad de la noche, a las cinco y media de la madrugada suena el móvil que tengo a los pies de la cama, hay que levantarse, joder qué crueldad. El perro está acostado en la alfombra, le digo “Cairo venga, hay que salir a hacer pis”,  me mira y su mirada lo dice todo: “tú estas gilipollas”, se da la vuelta contra la pared y se duerme de nuevo. Los perros siempre dicen la verdad, lo que pasa es que no siempre les entendemos. Y a eso voy con este raro comienzo de la crónica, que levantarse un domingo a las 5:30, cargar la bici y los trebejos en el coche, pegarse una pechada de conducir de casi dos horas para acabar el un pueblo perdido de Soria, echarse a ciclar a cinco grados bajo cero y pasar la primera media hora más heladora y dolorosa que te puedas imaginar, no es para gente que esté bien.

A las nueve menos cuarto nos vimos por fin en el aparcamiento de Ucero nueve tíos que no están bien: Nacho, Víctor, Nico, Javier, Emilio, Juanpa, Javignacio, Carlos y yo mismo. Gatillazo a última hora de David, que avisó de que tenía 39 de fiebre, pobrecito, que se mejore. Carlos fue previsor y durmió en un bareto con habitaciones de Ucero, se ahorró el viaje tempranero y se levantó un poco más tarde. Ah!, y se duchó al terminar como un señor. A destacar la llegada anticipada del rey Melchor Ibarrola, que apareció con unos estupendos maillots oficiales de la Vuelta bajo el brazo, los entregó solo a los niños que habían sido buenos.

Arrancamos la marcha cruzando el río Ucero por unas pasarelas nuevas de madera y llegamos al camino. Había aún poca luz y hacía un frío de pelotas, la niebla había dejado la vegetación con una intensa cencellada y el aire entraba en la tráquea partiendo el pecho, da igual lo abrigado que vayas, esa primera media hora es inhumana, el contraste entre el calorcito del coche y el frío glacial de la naturaleza es como si de repente te abandonaran desnudo en Marte.

Salimos a un camino pedregoso que va subiendo por un desfiladero estrecho en constante cuesta arriba, la senda del Vallejo. Lo han preparado para los caminantes, hay banquitos y carteles indicativos: “Cueva del Gato”, “Barranco de las Tasugueras” (se supone que hay madrigueras de tasugo, o sea, de tejón). La gente tenía muchas ganas de entrar en calor, así que unos cuantos empezaron a tirar para arriba a buen tren, qué falta de respeto adelantar así a la gente mayor y pisotear los galones. El camino picaba y picaba para arriba y de pronto el personal empezó a petar, uno por uno nos fuimos apeando y acabamos los últimos metros empujando vergonzosamente. Un rato después llegaron los rebasados, a su tran tran pero sin bajarse de la bici hasta arriba.

Unos metros más por el bosque sorteando pinos y llegamos al Mirador de las Gullurías (Alondra Totovía). Con una impresionante vista del desfiladero con el sol saliendo por el borde, los cuerpos ya más calientes y los rayitos de sol en la cara, dimos por cerrado el rato de mayor tortura y empezamos a disfrutar de verdad de la excursión.

Bajada a tumba abierta por una pedregosa pista entre los pinares que no se acababa nunca, cada uno a su tren y según su grado de locura. Javignacio tuvo ahí su pequeño percance, una buena piedra saltó de la rueda a su espinilla, joder lo que duele eso. Llegados al río control de daños, un buen huevo empezaba a abultar el pantalón pero nada más, a la bici y a pedalear.  

Seguimos por una buena pista en la margen del río y entramos en la parte más bonita del desfiladero, paredes muy altas y grandes cuevonas en las alturas, aunque no llegamos a ver buitres como otras veces. Al cabo de un rato el río hace un recodo y el desfiladero se abre en una gran pradera, un sitio espectacular: hierba, chopos y sauces, la iglesia románica al fondo y aún más atrás la gran cueva. Nos hicimos muchas fotos de grupo delante de la ermita de San Bartolomé, antigua sede de la orden del Temple, y estuvimos mirando los arcos y capiteles, sin duda el lugar tiene una magia especial. Cruzamos después el río por el puentecito de madera y entramos en la cueva donde hicimos muchas más fotos, en silencio y sin flash, hay muchos carteles que piden que respetes la tranquilidad de los murciélagos.      

Dimos por terminada la parte monumental del día y tiramos río arriba en ordenada fila, pero había por allí murmuraciones, se estaba gestando el gran cisma. El cauce venía lleno, más que otras veces, y rebasaba las piedras de los pasos, así que al llegar al primer vadeo (de los seis o siete que nos esperaban), echaron a Ibarrola por delante y vieron que se mojaba hasta los tobillos, así que allí mismo se formó la sección disidente, encabezada por Víctor: los que no querían mojarse en aquel agua gélida hicieron grupo y tiraron para atrás hasta llegar a la carretera, vergüenza me da reconocer que estuve entre ellos. Además el alcalde nos doró la píldora con muchos diminutivos, sólo había que subir “un puertito” con “cuatro curvitas”. Así pues cuatro ciclistas por el cauce y cinco por arriba del farallón quedamos en vernos unos kilómetros más allá, junto al cartel del barranco de Valderrueda. En nuestro descargo diré que el puertito resultó un buen puerto, corto pero intenso, y que las curvitas eran más de cuatro.

Subimos el puertaco y bajamos a toda velocidad por el asfalto, gozando del aire, llegamos al cartel y allí no había nadie. Al cabo de un rato nos inquietamos y empezamos a llamar por el teléfono a los cuatro pirados, pero no tenían cobertura. Al fin  contestó Nico, por el tono de voz y los sorbetones parecía que llevaba el moco colgando hasta el manillar. Llegaron muy perjudicados y contaron que lo habían pasado muy mal, que la temperatura había bajado hasta los -7´5º y que se habían mojado hasta las rodillas. Allí mismo se descalzaron y empezaron a escurrir los calcetines, sentados al sol y con los pies desnudos daban mucha penita, daban ganas de echarles un euro.

 Ya repuestos todos seguimos carretera abajo y luego tomamos una pista a la izquierda por la que desembocamos en el otro sitio top del día, una gran pradera o nava rodeada de montañas y muy verde, con el río haciendo meandros por el medio, daban ganas de construirse una cabaña y quedarse allí a vivir. Alguno se imaginaba aquello lleno de mujeres y él desnudo corriendo por el prado, no daré nombres, quizá esto lo lean nuestras parejas.

De nuevo hubo que cruzar el río, el vado tenía la profundidad justa para engañarte, así que todos pasamos subidos y dando medias pedaladas, pero acabamos tan mojados como los cuatro inconscientes de antes. Emilio estaba inquieto por la barriguita de su bici eléctrica, así que pasó a pie y por medio, con la burra a las espaldas.

La hora ya apretaba, así que seguimos por las pistas hasta una vega abierta con un molino y sin puente donde el track decía que habia que cruzar el río y llegar al pueblo por una vereda entre pinares. Los rajaos de antes nos quedamos en la carretera y cruzamos por un hermoso puente de hormigón un par de kilómetros más abajo, mientras los bravos (pero mojados) muchachos nos hacían la gallina desde la otra orilla. Javier tuvo sobre este puente la caída tonta del día, andando a dos por hora giró el manillar en parado, se le quedó el pie en la cala y cayó cuan largo era y con gran estrépito. esa caída que todos conocemos bien es jodida, pero se saldó con daños menores en cadera y codo.

Un buen rato de “subidita” hasta volver al cartel de Valderrueda y allí hubo que plantearse otra vez la duda: volver por carretera o bajar al helador desfiladero y hacerlo hacia atrás. Ahí Juanpa tuvo su momento heróico, y con el sol en la espalda y el brazo en alto pronunció una de esas frases que merecen ser grabadas en piedra y quedar en los anales del grupo: “Yo no he venido hasta el río Lobos para volver a casa con los pies secos”. A mí me dio vergüenza torera y decidí bajar también al desfiladero, y algunos viciosos se apuntaron por segunda vez. O sea que hubo gente que hizo el desfiladero dos veces, otros que lo hicimos una, y quizá alguno que no lo hizo ni una sola vez, no espera, no creo que hubiera ninguno de esos.

Pude comprobar que el trozo era jodido y frío, y que había muchos pasos (perdí la cuenta) y que en todos acababas con los pies en el agua, pero al fin llegamos a la ermita, y luego al aparcamiento, y luego al pueblo de Ucero, a la pasarela en alto y al aparcamiento, donde ya los de la carretera se habían vestido y esperaban para ir a comer.

Gran comilona en La Parrilla de San Bartolo, no todos habíamos hecho los mismos méritos pero todos comimos de muy buena gana pierna de cordero, chorizo y morcilla a la brasa, chuletón, chipirones y alguna ensaladita para disimular, todo con un magnum de Valtravieso que hubiera quedado algo desaprovechado en un grupo de abstemios como este si no fuera porque algunos que no tenían que conducir se aplicaron bien a hacerle honor, yo entre ellos. Muchos abrazos y estrechones de manos y despedida por si acaso hasta el año que viene, alguno habrá que salga el día de nochebuena aunque le maten en casa...

(escrito por Roberto Perdido)


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Inicio de ruta (Río Ucero)


Inicio de ruta (Río Ucero)


Inicio de ruta (Río Ucero)


Inicio de ruta (Río Ucero)


Inicio de ruta (Ucero)


Inicio de ruta (Ucero)


Inicio de ruta (Ucero)


Inicio de ruta (Ucero)


Primera subida a -4 grados


Senda del Vallejo


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